Aparato digestivo


Enésima, milésima visita al estudio de Carmen de Ayora, mi amiga. Hoy me encuentro una pintura de un cerebro rojo fuego sobre fondo negro con un texto que reza «Aparato digestivo». No lo vais a ver, porque nos lo reservamos, esta expo va sin palabras.





El trabajo de Carmen de Ayora es un susto y un bálsamo. Para las que hemos tenido el privilegio de seguirla siempre, la visita a su estudio es un reencuentro con nuestra conversación profunda, sobre el arte y la vida, los amores y los odios y nuestra más sincera víscera y también un ohhh, una sorprendente nueva, nueva forma, radicalmente vívida, de expresarnos en libertad. Siempre hay «carne» fresca en este lugar, donde sea que esté, al que ella da sentido con lápiz, pincel y edonismo al cuadrado. Carnaza libertad, amiga.

Aparato digestivo es una exposición muy posada, porque mucho ha quedado en el camino, y no se si este será el título definitivo o si el título será «material rechazado» u otro, me da igual, acabará teniendo mucho sentido. Ahora, justo ahora, después de abandonar este lugar, La Escocesa, me voy en modo aparato digestivo y mañana ya veremos. Tengo muy poco tiempo para escribir esto porque los tiempos para decir algo se han hiperburocratizado. Nos enguyen todo el rato, así que adelante, enseñamos la tramoya, más allá del pudor, porque la verdad es una urgencia y no hay quien pueda contenerse. Aquí está el trabajo de Carmen de Ayora y si ella puede dar la cara y mostrarnos la entraña pues yo le tomo de la mano y nos vamos juntas.

No, no hemos hablado sobre el título, apenas un rato, pero lo de material rechazado no funciona, aquí no se tira nada, todo sirve. Yo lo defiendo, tu lo defiendes, ella lo defiende, vosotras lo defendeis. No hay nada de rechazo aquí, hay más bien una aceptación de nuestros cuerpos doloridos, sumando restas, un aporte sobre las formas del dolor y la pérdida y de los colores de la esperanza. Paisaje, luz y horizonte para nacerse, poca broma. Nacerse es una cosa bien distinta a un alunizaje.
No es nuestra primera ni nuestra última expo, y ahí vamos mutándonos mutuamente  junto a mucha otra gente. El peso de nuestros cuerpos en el corazón del tiempo. Instantáneas de un largo proceso de aprendizaje en el que se dice fuerte lo que pasa. La muerte es un renacer.

                                                                                    Amanda Cuesta


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