Tiempo libre




Carmen de Ayora

Halfhouse

Cuarto intento de escribir el inicio de un texto introductorio sobre la obra de Carmen de Ayora, hace un rato me decía, cuando le confesaba que solo me salían finales, que de eso va el arte, de enfrentarme a lo que no me sale. Y claro, con estas verdades como piedras que brotan de la destilería de nuestra Carmen, sentarse a hacer ejercicios retóricos da un poco de susto, por puro miedo de traicionar la vedad que atesora el objeto. Bromas aparte, la selección de trabajos recientes que, bajo el titulo Tiempo libre, se reúnen en Halfhouse ofrecen un recorrido tan místico como esencialista sobre lo político y lo estético, una reivindicación incendiaria del tiempo de vida. La radicalidad de armonizar el ser en un mundo marcado por la disrupción y el sin sentido. Cóbrate lo que te debo, Tiempo libre y Arte puro. Juntas sobreviviremos a la distopía.

La exposición arranca en el jardín, con las pancartas, presentando una serie de dibujos donde se establecen diálogos despersonalizados entre elementos arquitectónicos secundarios, plantas o estructuras industriales. Interrogaciones a gritos, mantras de catequesis anticapitalista, declaraciones de intenciones escindidas, desdobladas o bifurcadas sobre el mundo.

¿Qué te parecen las pequeñas preocupaciones humanas? -pues que sirven para ocultar las grandes.

¿Crees que seguirá pasando gente? –No vendrá el diluvio tras nosotros.

¿La producción? –No te permite vivir lo que te está pasando.

Pensamiento común. Una charla en el pueblo, en el pasillo de la escuela, en todos los desiertos del mundo puede prender la chispa de una declaración de intenciones.

El trabajo de Carmen de Ayora parte de un compromiso con la vida a nivel real, cuyo sentido último es dedicarse a la contemplación y a la espera de una verdad revelada. En el recibidor de Half House topamos de pleno con una de estas: Tiempo libre, rechazo al trabajo mayúsculo, bien grande, contra la reificación de los cuerpos y la alienación del espíritu. Con todo lo escrito y dicho sobre el tema, la fuerza del mural de Carmen, más allá del gesto, es que se trata de un lema de vida muy batallado. Y al lado de tiempo libre, el páramo arrido de la deducracia. Se me viene a la cabeza esa ranchera tremenda de Vicente Fernández: “Cuanto te debo, no quiero deudas que se paguen con mi sangre, cóbrate y vete, que mi alma tiene hambre de ese amor puro…”

Y ya que hablamos de amor puro, vamos al metalenguaje, penetrándolo por la bisagra escultórica y monumental que enlaza la vida, política y arte Si no haces algo revolucionario no hagas nada, Si no haces algo revolucionario no hagas nada. El juego de dispararle palabras a la indiferencia ¿revolución o contemplación, revolución sin contemplaciones, revolución y contemplación, contemplación revolucionaria…? El uso paradójico de la palabra, la poética de la aspereza y la alusión permanente al arte como espacio libre de la conciencia, son algunos de los rasgos más distintivos de Carmen de Ayora. Una investigación acerca de las posibilidades de decir, de pensar y ejercer la diferencia, fuera de los estándares culturales en los trata de hacernos encajar, a nivel global el neoliberalismo costumbrista.

Tan reseñable como lo expuesto son los descartes, es cuestión de fraseado, Las palabras y Arte Puro, se quedan para nosotras. Llamarada mística resistiéndose a la museificación. Y con semejante incendio interior, sentarse a dibujar un árbol. Radicalidad ante todo, pasen y vean.

                                                                                               Amanda Cuesta